"La nuit juste avant les forêts-De noche justo antes de los
Bosques-". Fragmento


"Estabas doblando la esquina cuando te vi, llueve, no le sienta a uno muy bien esto de que se te mojen el pelo y la ropa, pero de todos modos me atreví, y ahora que estamos aquí, ahora que no quiero mirarme, tendría que secarme, volver a bajar para arreglarme -por lo menos el pelo para no ponerme enfermo -, pero bajé hace un rato, a ver si podía arreglarme, lo malo es que abajo están los gilipollas, apalancados: mientras te secas el pelo, se quedan todos juntos, sin moverse, no paran de mirarte a tus espaldas, y volví a subir - tan sólo el tiempo de mear - con la ropa mojada, seguiré así, hasta llegar a una habitación: en cuanto estemos instalados en algún sitio, me lo quitaré todo, por eso busco una habitación, porque en mi casa, imposible, no puedo volver - pero no para toda la noche -, por eso, cuando doblabas la esquina, allí, cuando te vi, me puse a correr, pensaba: nada más fácil de encontrar que una habitación para una noche, para un rato, si uno lo desea de verdad, si te atreves a pedirlo, a pesar de la ropa y del pelo mojados, a pesar de la lluvia que te deja indefenso si te miras en un espejo - pero, incluso cuando no quieres hacerlo, resulta difícil no mirarte en un espejo, con tantos como hay por aquí, en los cafés, en los hoteles, hay que darles la espalda, como ahora que estamos aquí, aquí te miran a ti, yo les doy la espalda, siempre, incluso en casa, y sin embargo todo está lleno de espejos, como por todas partes en este lugar, incluso en los hoteles cien mil espejos te miran, hay que andarse con cuidado con ellos - porque vivo en un hotel casi desde siempre, digo: en una casa por costumbre, pero estoy hablando de un hotel, excepto esta noche, esta noche no puede ser, pero aparte de eso, esa es mi casa, y cuando me meto en la habitación de un hotel, es una costumbre tan antigua, en cinco minutos me monto una casa de verdad, con muy pocas cosas, pero es como si hubiera vivido ahí siempre, se convierte en mi habitación, la de toda la vida, la habitación en la que vivo, con mis manías, tapados todos los espejos y alguna cosa más, hasta tal punto que, si a alguien se le metiera en la cabeza ponerme a vivir de pronto en una habitación de una casa, si me dieran un piso, arreglado, como los pisos donde hay familias, haría de él, nada más entrar, una habitación de hotel, sólo con vivir allí, automáticamente - que me den algo parecido a una pequeña cabaña, como en los cuentos, en lo más hondo de un bosque, con vigas gruesas, una chimenea grande, grandes muebles nunca vistos, cien mil años de antigüedad, nada más entrar, con muy pocas cosas y en nada de tiempo, te la dejo igual que una habitación de hotel, ahí me siento como en casa, coloco todos los muebles amontonados delante de la chimenea, disimulo las vigas, cambio el sabor de todo lo que haya, tiro todo aquello que no ha existido nunca, en ninguna parte, como no sea en los cuentos, los olores especiales, el olor a familia, y las piedras viejas, y las maderas negras y viejas, y los cien mil años de antigüedad que se carcajean de todo, que hacen que te sientas extranjero, con ellos nunca te sientes por fin en casa, lo tiro todo, la antigüedad también, porque yo soy así, no me gusta lo que te recuerda que eres extranjero, a pesar de todo, lo soy un poco, supongo que se nota, no soy del todo de por aquí - la cosa quedó clara, por lo menos, con los gilipollas de abajo amontonados a mi espalda, después de mear, cuando me lavaba la pija - uno acaba por pensar que los franceses son todos igual de gilipollas, sin imaginación, porque no han visto nunca a nadie lavarse la pija, mientras que para nosotros, es una antigua costumbre, mi padre me la enseñó, nosotros siempre lo hemos hecho, yo sigo haciéndolo después de mear, y cuando me lavaba, hace un rato, como siempre, en el lavabo de abajo, mientras sentía detrás de mí a todos los gilipollas ahí, apalancados, hice como que no entendía nada, totalmente extranjero, como que no entendía nada del francés que hablaban esos gilipollas, y les oía mientras me lavaba: - ¿qué estará haciendo el extranjero este? - da de beber a su pija - ¿qué dice usted, que da de beber a su pija? como si no entendiera nada de lo que decían y, mira, yo, sigo tranquilamente, dándole de beber, para que esos gilipollas de franceses se pregunten, todos amontonados detrás mío: ¿cómo puede beber una pija, y en particular, cómo puede llegar a tener sed? luego, cuando terminé, como si fuera un extranjero y no hubiera entendido nada de lo que decían, eso me resulta fácil, no soy del todo de por aquí, seguro que se nota, esos gilipollas de franceses, sin imaginación, no se equivocaron, y a pesar de todo eso, salí corriendo, detrás de ti, en cuanto te vi doblar la esquina, a pesar de todos los gilipollas que hay en la calle, en los cafés, en los sótanos de los cafés, aquí, en todas partes, a pesar de la lluvia y la ropa mojada, corrí, no sólo por lo de la habitación, no sólo para pasar un rato en una habitación, salí corriendo, corrí, corrí, para que esta vez, después de doblar la esquina, no me encuentre en una calle vacía de ti, para no encontrar sólo la lluvia, la lluvia, la lluvia, para encontrarte esta vez, a ti, detrás de la esquina, y atreverme a gritar: ¡compañero!, atreverme a dirigirte la palabra: compañero, dame fuego, no te va a costar nada, compañero, qué asco de lluvia, qué asco de viento, qué mierda de esquina, no resulta agradable dar vueltas por aquí esta noche, pero no tengo tabaco, no es para fumar por lo que te decía: tienes fuego, compañero, era, compañero, para decirte: vaya mierda de barrio, vaya mierda de costumbre esta de dar vueltas por aquí (¡una forma como otra cualquiera de abordar a la gente!) y tú también andas dando vueltas, con la ropa completamente mojada, expuesto a coger cualquier enfermedad, ni siquiera fumo, no te va a costar nada el haberte parado, ni fuego, ni un solo cigarrillo, compañero, ni dinero (¡para que luego te marches!, tan colgado no estoy, esta noche), y de todos modos, tengo con qué pagar un café, te invito, compañero, mejor que dar vueltas en medio de esta luz delirante, y para que no te cueste nada, el haberte abordado así - tal vez sea una forma un poco extraña de abordar a la gente, pero al fin y al cabo no les cuesta nada (no estoy hablando de una habitación, compañero, de una habitación para pasar la noche, porque entonces incluso los tíos más legales se cierran en banda, ¿para que luego te marches?, no hablaremos de la habitación, compañero), pero tengo algo que decirte - ven, vámonos, si nos quedamos aquí nos pondremos enfermos, seguro - sin dinero, sin trabajo, esto no contribuye a mejorar las cosas (la verdad es que no ando buscando trabajo, ni tampoco dinero, en el fondo, de verdad, no se trata de eso) es que tengo una idea, primero, tengo que decirte, a ti, a todos los que, como tú y como yo, vamos dando tumbos por esta ciudad increíble, sin dinero (pero vamos a tomar un café, compañero, te invito, no voy a decir ahora lo contrario de lo que dije antes), porque, a primera vista, ¡no es el dinero lo que, ni a ti ni a mí, nos atornilla al suelo! mira, yo tengo una idea, compañero, para aquéllos, como tú y como yo, que no tienen dinero, ni trabajo - en el fondo, ya no busco nada de eso - es que en el trabajo, la gente como nosotros, de fuera, con los bolsillos vacíos, no contamos para nada, no tenemos peso alguno, el más leve soplo de aire se nos llevaría por delante, no podrían obligarnos a permanecer en un andamio, a menos que nos ataran: una ráfaga de aire, y despegamos, ligeros -, en cuanto a lo de trabajar en una fábrica, yo, ¡ni pensarlo!, me resulta difícil explicártelo, a mí mismo me resulta difícil comprender las cosas sin confundir nada, pero, mira, mi idea, es como - no es una religión, ni una tontería de esas, algo que se podría contar de cualquier manera sin que nada cambie, no tienen nada que ver con la política, mucho menos con un partido ni nada parecido, o como los sindicatos, que lo saben todo, que lo han visto todo, que nada se les escapa, mira, mi idea, en todo ese lío, no tiene cabida, no, no tiene nada que ver, mi idea, no se trata de eso, para nada, tranquilo, compañero: es para defendernos, sólo para defendernos, porque es eso lo que nos hace falta, defendernos, ¿no?, tal vez pienses: a mí no, aun así, te digo: claro que he sido yo el que te ha abordado esta noche, y soy yo el que parece que necesita una habitación para esta noche (no, compañero, no te he dicho que necesitara una habitación), he sido yo el que te ha pedido: compañero, dame fuego, pero no creas, no siempre el que toma la iniciativa es el más débil, enseguida me di cuenta de que tú no debías de ser muy fuerte, al verte desde allí, dando vueltas, completamente mojado, de verdad que no parecías muy fuerte, mientras que yo, a pesar de todo, aún tengo recursos, y reconozco a aquellos que no son fuertes, los reconozco de un vistazo, aunque sólo sea por esa forma de andar, nerviosa, como la tuya, la espalda nerviosa, y la manera en que movéis los hombros, tenéis algo en la forma de andar, a mí no dais el pego, en la cara, también, compuesta de pequeños rasgos, no es que estén estropeados ni nada parecido, pero ¡si es puro nervio!, como tú: algo que apenas se nota, pero que a mí no me engaña, incluso cuando van por ahí en plan de exhibición, como hacen los chulos, pero son un manojo de nervios, gamberros con aire desenvuelto, pero salidos directamente de su madre, con todo el pecho así, en plan de exhibición, bajo la lluvia, como si la cosa no fuera con ellos, pero yo me doy cuenta enseguida de que están nerviosos, no pueden disimularlo, - porque todo eso no es más que puro nervio, viene derecho de la madre, y a su madre, los gamberros no pueden dejarla plantada, por mucho que hagan - en cuanto a mí, se trata más bien de la sangre, la osamenta y los músculos, todo lo que procede del padre, a mí los nervios no me fastidian nunca, porque mi padre era al revés, un tipo corpulento, uno de esos que no se ponen nerviosos de tanto pesar, que aguantan todo lo que les echen, un hombre hecho de huesos, de músculos, un hombre de sangre, le podían haber llamado: el ejecutor, y a mí también podrían llamarme: el ejecutor, y por eso, la política, y los partidos, y los sindicatos estos que hay ahora, y la policía, y el ejército, todos políticos, no es eso lo que quiero, todo eso, lo tengo demasiado liado en la cabeza, y con la cabeza, te encierran en una fábrica, y yo, eso de meterme en una fábrica, ¡ni pensarlo!, de todos modos, siempre terminan por encerrarte en una fábrica, mientras que mi idea consiste en esto: un sindicato a escala internacional -eso de la escala internacional es muy importante, ya te lo explicaré luego, a mí mismo, me resulta difícil comprenderlo todo, - pero nada de política, sólo defensa, mira, yo estoy hecho para la defensa, en eso, me meteré a fondo, seré el que ejecuta, en mi sindicato internacional para la defensa de los gamberros endebles, salidos directamente de la madre, con apariencia de chulos, puro manojo de nervios, que andan por ahí en plan de exhibición, dando vueltas, solos, en plena noche, expuestos a coger cualquier enfermedad, y entonces me doy cuenta de lo poco que sirven las madres como las vuestras, mira, de qué te ha servido tu madre: te da un sistema nervioso, y luego te suelta, en cualquier esquina, bajo esta mierda de lluvia, endeble, confiado, porque también me he dado cuenta de que no desconfías de nadie, pequeño y nervioso como eres, no desconfías de nadie, pero no vayas a pensar que los cabrones no andan por ahí, que se han olvidado de ti, yo sé que están aquí mismo, en torno nuestro, y hace un rato, yo mismo he tenido un encontronazo con ellos, por poco me cogen, de confiado que estaba, como tú, mira, ahora los veo por todas partes, están ahí, los muy cabrones, nos obligan a llevar esta vida: yo creía que eran invisibles, que estaban escondidos ahí arriba, por encima de los jefes, de los ministros, por encima de todo, con jetas de matones, de violadores, de rapaces, jetas que no son jetas de verdad como la tuya o la mía, sin nombre: el clan de los estafadores, de los sádicos, de los viciosos impunes, fríos, calculadores, técnicos, el pequeño clan de los cabrones técnicos, los que deciden: a la fábrica y ¡a callar! (y yo, eso de la fábrica, ¡ni pensarlo!), la fábrica, joder (y si me da la gana de joder, ¿qué pasa?), la fábrica, joder, así se llevan el gato al agua, ese hatajo de cabrones que deciden por nosotros, desde arriba, organizados, calculadores, técnicos a escala internacional..."


@La nuit juste avant les forêts Bernard-Marie-Koltès
@De noche justo antes de los bosques, 1977 (Traducción: José María Marco, Pre-Textos 112)