LUCA CARBONI, MILANO Y EL HUSKY

Con ésta canción me enamoré la primera vez en italiano, tenía veintitrés ó veinticuatro años ó así...es absolutamente autobiográfica, la cantaba todo el rato por las calles de Milán...la habré escuchado unas diez mil veces...Mi etapa romana era de la adolescencia, en la adolescencia uno no se entera. En Roma, nos cruzamos con Paula Molina en una calle, la hermana pequeña de Angela, que iba con un señor con barbas que se llamaba Gutiérrez y decía que era director de cine. Lucía los paró y se puso a hablar con ellos.

Le había hecho una foto in Galleria. Mientras le hacía la foto, un señor con barbas se me cruzó, y casi me corta la perspectiva: era el mismo señor de unos años antes en Roma, el director de cine Gutiérrez, pertrechado bajo su bufanda de intelectual. Giovanni llevaba un corte de pelo que aún aquí, que éramos o somos muy pacatos, sería calificado como una mariconada. Volvía al suburbio de donde escaparon sus padres, a cortarse el pelo, a su peluquería de barrio: las peluqueras le pusieron pinzas del pelo de mujer para cortárselo, eso era entonces impensable en España, a mi me divirtió, y a él aún más. Nunca nadie le hará una foto en la que salga tan guapo...Un amigo americano con el que yo me lié porque se parecía ligeramente a Paul Newman, que está un poco zumbao de tinto siempre, vio la foto unos años después, y no sé si refiriéndose a su belleza, me dijo:

-Parece el diablo.

-No podrás comprar nada en Montenapoleone ni en la Spiga -me decía Giovanni: -"No te hagas ilusiones..."

Cuando llegué al coche me vió con dos bolsas, él se quedaba en su escuela de Arte en San Calimero, las vacaciones italianas eran más cortas ( allí no tienen reyes, es la Epifanía, pero no se hacen regalos), y yo tenía las mañanas libres, para recorrer todo Milán; se quedó alucinado, se ve que no me conocía bien, y que el que nunca había comprado nada allí era él: le señalé las bolsas y las direcciones con el dedo: se quedó a cuadros. Allí dentro estaba mi Husky marca Rifle morado, de ese color morado cardenalicio que aquí nunca fabricarían...siete, ocho mil pelas o así, tiradísimo, aquí los primeros que llegaron costaban doce mil pelas, mucho más caros y malos. Llegué a Madrid con él puesto, tan contento, todo el mundo me miraba raro: los huskies se pondrían de moda dos años después, pero nunca habría el morado que yo llevaba...ese morado brillante di Cardinale, di vescovo...Giovanni enseguida se dio cuenta de que me gustaba la palabra vescovo, y la estábamos diciendo todo el rato, e incluso hice una canción en italiano, de un vescovo...Apartó a todo el mundo en Gubbio, en la procesión, pues era más alto que yo, con el objeto de que yo viera al vescovo, ya que iba vestido di Cardinale, con mi Husky morado púrpura...Un husky y ya, no estaba yo para muchos Armanis, esos ya serían de rebajas en Santa Eulalia, ya de mayor, jejeje.

Uhhh...¡qué susto! pensaba que no la podría oir: ha pasado tiempo, la puedo ya escuchar como si tal cosa, la verdad que es bonita...pero a quién se la cantaba, le acojonó bastante que yo llegase cantándola...Ni siquiera la eligió...era mía, se la cantaba yo, él nunca fue valiente. Yo sí lo era, o estaba en la edad de hacer tonterías...Mejor no haber seguido. Ahora estará casado, gordo, calvo, con tripa, y tendrá un niño que se llamará como yo. Le dirá:

-Ven aquí, Ripley.