DE CAMINO AL CONCIERTO

De pronto Ripley salió de su largo encierro, el largo encierro de caballero medieval de película de Bergman: El principio de la primavera se había convertido en una especie de "El Séptimo Sello": Ripley se hallaba encerrado en una película en blanco y negro, asolado por la peste de los dolores de muelas, la soledad de trabajos inacabables, el tedio de la cumplimentación de documentos administrativos farragosos, en lo que sería su "Cuarto Año sin Amor" (parodiando el título de una película argentina *). Su cuarto año Sin Amor de la Tercera Era, de la V República de los años sin amor al modo de las denominaciones a las que eran dadas las Republiques Françaises:
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"Salió a Madrid y su travesía se convirtió en un largo camino hacia el Concierto. Su trayecto caminando por la Gran Vía tornóse en un deambular surrealista en la que aquella calle aparecía convertida en un "Evangelio de las Maravillas" : Ninguna diferencia con una enloquecida Osaka o con un vertiginoso Boston al borde de la explosión de la primavera y de la Fiebre del Sábado noche...Una lejana alergia, tal vez un ligero dolor de cabeza, hasta que estallara definitivamente el sol, un poco de ardor de estómago, para recordarle que la edad iba dejando en su cuerpo, el rastro de pequeñas marcas ligeramente molestas, si se sometía a cenas rápidas invadido por las prisas.

Un "E lucevan le stelle", el "Aria de Cavaradossi" de la Opera "Tosca", cantado por Carlo Bergonzi, se escapaba como un sueño mórbido de una ventana, cayendo innane sobre el cemento autista del asfalto, acallado por los rumores pesados de las máquinas con cuatro ruedas, que iluminadas como luciérnagas en fila, procesionaban a ritmo lento hasta lograr introducirse en el fondo del corazón de la ciudad, en busca de un secreto que nunca iban a encontrar, pues no se hallaba allí.

Había quedado con su Cub para ir al Concierto, y no había conseguido llegar a la hora. Su Cub se hallaba absorto, pensativo y meditabundo como siempre, apenas observando otra cosa que la pantalla iluminada de su móvil: un juguete que le parecía mantener asido a la realidad, como una terapia, que últimamente se iluminaba más de lo debido, para recibir "mensajes-senza-fine" de un amante sordomudo que tenía, que se había decidido a enviarle cuestionarios y juegos de personalidad, acertijos y frases magmáticas de telefonía, que turbaban la mirada del Cub, y que le producían cierto gesto de extrañeza, pero que salvaban la incomunicación y la desesperación que el sordomudo le producía, cuando de forma efectiva y real, lo tenía delante.

Desde la última vez que había salido, Ripley recordaba que tal vez hubiese transcurrido un mes. Recordaba al Cub presentándole al sordomudo, y recordaba los esfuerzos que había tenido que hacer para mover los labios y que se los leyera, como una actriz muy gesticulosa de película de los años 30, aún a salvo de los dolores de muelas y moviéndo todos los músculos de la cara sólo por el placer de comunicarse.

Pero en la salida anterior, y en su frágil paseo y viaje hacia la nada de un Sábado por la noche más, aún no había estallado la Primavera, ni de una forma tan estrambótica: Mientras el Cub le acompañaba, de camino al concierto, le pidió que se desviaran a Callao a una farmacia abierta para comprar un Almax: Ripley siempre que iba a conciertos o espectáculos, recordaba a aquella señorita que en el anuncio se tomaba un "Digestivo Rennie" y la frase que acompañaba a la publicidad:

"No dejes que la acidez de estómago que produce tu vida moderna, te juegue malas pasadas en los momentos más placenteros de la vida...."

Cuando salieron de la farmacia, Ripley señaló al Cub la horda de "frikis", tipo "Excursión del Club de las Primeras Esposas Maduritas", que andaban perdidas en rebaños esparcidos inmisericordemente por la calle, pero el Cub parecía reconcentrado en algún pensamiento oculto, en su realidad aparte, y no había observado la aparición mariana de unas cuarenta marujas claramente anglosajonas, que habían pasado en subgrupos de dos, tres cuatro, cogidas de los brazos, con la particularidad de llevar las cuarenta un bigote postizo negro y gigantesco pegado sobre la comisura superior de la boca: qué extraño, qué estúpida forma de enloquecimiento mimético, tal vez escapado de un chárter fantasmagórico de compañía aérea al borde de la quiebra, y de un "Finger" de la T-4, que más que el nombre de una Terminal de Aeropuerto, parecía ya, cada vez que se oía pronunciada, alguna extraña denominación médico-científica para apartados destinados a fenómenos de carácter vírico.

Un tramo antes, habían visto otro subgrupo de jovencitas ovulando sobre el adoquín, tal vez ante su esperada y anhelada visita a un "Club de Streptease de Boys Circuncisos" , disfrazadas de extrañas hadas-bruja con "antenitas de la suerte" puestas en la cabeza. Unos infectos y ortopédicos artefactos chirriantes para la vista, de colores pastelosos y llamativos, vendidos en quién sabe qué incomprensible tienda, con luces de colores al final de las antenitas que se encendían y se apagaban, lo que confería al grupo de jovencitas un cierto "look" de "Cyborgs húmedas a lo replicantes de Blade Runner", una especie de guerreras de la líbido deseosas de disfrutar las ventajas de la Decadencia de Occidente en un sábado noche, tras la post-liberación feminista y la crisis de la Guerra Fría: De aspecto poco asimilable a un ser humano común, en posesión de sus correctas facultades mentales, parecían haber escapado de una granja aviaria-libidinosa, en la que durante meses bien habrían podido haber estado alimentándoles de comidas afrodisíacas suministradas en forma de piensos, similares a unas bolitas de "Cat-Chow".

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El Concierto de Algora comenzó puntual. El cantante salió al escenario y Ripley descubrió que era un buen músico de verdad: Si los directos dan la medida de un artista, el músico desdeluego que sabía cantar: lo hacía sin artificios de programas de ordenador ni laboratorio, con una voz limpia, bonita, elegante y personal. El concierto no fue largo: debió tocar unos siete u ocho temas, más un bis. La sala registraba un lleno considerable, había muchos fotologueros, tal vez, muchos chicos delgados, con pinta de chaser o así, con bellezas similares al actor que hacía de Jesús en "Il Vangelo Secondo Matteo" de Pasolini, pero también había chicas entraditas en carnes, que de vez en cuando se interponían entre Ripley y el escenario.

Empezó con "Paraguas", una preciosa y delicada canción. A mitad del concierto, Víctor se arrancó con un profundo y nuevamente ensayado y recreado "Planes de Verano", seguido de "Cucarachas": "Planes" es una canción triste, melancólica, con un cierto desamor o un cierto desdén hacia el sujeto con quién parecía tener los planes hechos ("Tengo planes de verano/pero no son a tu lado"). Los guitarristas eran muy buenos también, había dos que arropaban al cantante, y uno de ellos era amigo del Cub y de Ripley asimismo:

El Concierto le había dejado un regusto suave, melancólico, la sensación de haber escuchado a un pequeño Bowie con ritmos technos y variados, que había explotado en una sinfonía de acordes con el último tema que añadió en el bis: "Techno Triste" (que decía algo así como: "Mamá está triste, papá está triste/ Mamá sabe que a su hijo no le gustan las mujeres"): un poema de una enorme hondura y creatividad, con esa voz personal y llena de fuerza, que el cantante desplegaba y modulaba a su antojo, seguro de sí mismo, nada nervioso para su corta edad y juventud, con elegancia y sensibilidad extremas y muy acusadas: Hipersensible y elegante, son las palabras...Al final del concierto Ripley le dio dos besos de hermanito, y otros dos al guitarrista, que el día anterior le había comentado aspectos del concierto, del otro que antes habían dado en Tarragona, y que le había preguntado también, con la inseguridad típica de los buenos artistas que qué le parecía su original y favorecedor corte de pelo nuevo.

El Cub y Algora casi nunca se habían cruzado una palabra, pero unas semanas antes, un día, comenzaron a hablar de Ripley delante de él, lo cual a Ripley le sonrojó ligeramente, porque los dos se emocionaron al hablar, como si no estuviera delante, y se comunicaron porque parecían encantados de compartir un amigo así. Algora dijo que había leído cosas de elblogderipley, y que le parecían curiosas, raras y personales.El Cub también lo lee habitualmente, y eso les hizo hablar entre ellos:"-A mi me gusta porque es raro" -decía uno. Y le miraban, y ante la pregunta de Ripley, con cierto tonillo indignado a lo Huma Rojo (Paredes a Pe) en "Todo sobre mi madre": "-¿Cómo qué raro?", contestaban sonrientes los dos:

"-No, no es nada malo, es maravilloso ser raro, es que no eres el típico, eso es. A nosotros nos encanta la gente así" -decían vergonzosos y emocionados como si fueran dos de sus mejores amigos del colegio, y compartieran un tesoro secreto y un bocadillo de Nocilla juntos. (Pues vale, -decía Ripley Pérez y Ladrón de Guevara-Koltès).--------------------------------------------------

Después del concierto, cayó la noche: la Noche Oscura, con todos los peligros y misterios que encierra. El Cub estaba deseoso por utilizar unos flyers que le habían dado para ir a la Inauguración de un sitio de diseño, cuya planta de arriba tenía un reservado para "osos" (como si fueran razas antropológicas o biológicas de gáyers que habría que meter cada una en una habitación distinta, en un compartimento-estanco). Aquello me recordaba al "poema radiofónico", recitado e inventado por mí en un CD, que le había regalado a mi Cub por su cumple, y que él se había aprendido de memoria: La chanza decía algo así como: "Nuevo sitio en Chueca con dos ambientes/ Planta de arriba para los Osos machos-machos/ Planta de abajo para las Marilycras modernas, con aberrantes bolsos cruzados y cosas así"....

Llegamos al sitio de diseño y nos metimos en el primer piso, pero los Osos salían hacia la parte de las Marilycras, y las Marilycras subían para ver a los Osos en la reserva. Ya llevando un rato allí, ambas especies biológicas parecían poseídas por la voluptuosidad de los conejos. Estábamos sentados en una especie de "chaisse longue" blanca y a nuestras espaldas, unas pantallas ultra-planas de pared con videos, dejaban abducido al Cub, como habitualmente. Todos comentaban el vídeo de hombres musculosos que emitían esas pantallas, y daba ni más ni menos la casualidad que era el de Aziz, el artista búlgaro que había descubierto en el Blog de Casanova, y que un día antes había subido yo al mío...Las desgracias no vienen solas.

Luego el Cub desapareció, después de mucho ir y venir, y bajar y subir plantas los dos, dejando un poco alucinados a los porteros-encargados de la reserva de Osos por nuestro "chaqueterismo": Al final, uno de los camareros, al que conozco y es muy simpático (al que seguramente han elegido para estar "part-time" allí, porque sale en "Cachorro"), me invitó a un red-bull.

El Cub había desaparecido, había estado durante un rato hablando con otro amigo, que también se fue, y creí que el final de mi noche de sábado, se convertiría en el tedio de casi siempre que salía, lo cual hacía cada vez menos o nada. Pero alguien desde el fondo, una zona con una luz más difuminada y en penumbra, me cogió de la mano, y casi tumbándome en otra chaisse-longue de cuero blanco, me entregó un beso secreto y furtivo, que se prolongó durante un rato bastante largo: era un chico jóven y guapo que me solía encontrar cada cinco o seis meses, una especie de Angel que alguien me enviaba y me ponía allí, -pensé, porque excepto él, todos los demás parecían coristas y extras de una película ajena. Ancha y ajena. Pero aquel beso me hacía olvidarme de todo, y durante un rato, paró el tiempo. @elblogderipley

http://www.myspace.com/algoramusica (podéis escuchar tres temas aparte de "Planes")

*"Un Año sin Amor", película argentina de Anahí Berneri.