MI NOMBRE ES OTOÑO (CORSO MAGENTA)


"Por qué no te callas", se oyó en el tono del móvil: Corso Magenta, la casa toda de gris, desde la que se ven siempre las mismas chimeneas, como las torres-vigías de una cárcel, cuando me ponen el suero, al fondo. Hay una fila de árboles, creo que son arces -le dijo: pero no estaría seguro. Mi nombre es Arno, como el río, ésto es lo que hay, si lo quiere... Mi vida está ya bastante acabada, me aburro, el cáncer me ataca por varios lados, tengo sesenta y cinco años, tres hijos en alguna parte del mundo con los que no me hablo, una traqueotomía y cinco cicatrices...también un ano artificial. Le encantará mi ano artificial, menudo jugueteo...a todas las señoritas como usted les encanta...Esto es lo que hay, si lo quiere..."

Donna entró en la farmacia. Con suave voz de mujer (ó que ella creía de mujer al menos, aunque tal vez pudiera sonarle a la farmacéutica con un suave poso hermafrodita), pidió:
-Toallitas anales...Más povidona yodada, un inhalador y Crío-Compresas HemoFarm.

Le gustaban las crío-compresas: se agitaban, una extraña solución dentro de la gasa se ponía como en marcha, se metían dentro del culo, y el frío local lo inundaba todo. Tal vez fuera un vicio, uno de esos vicios, pero por poco, no mucho dinero, podía sentir frío local en el culo, sentir cómo el ano se le dilataba y relajaba y la escarcha le brotaba dentro, una suerte de madrastra de Blancanieves perianal, multi-anal, brutalmente dedicada al rabioso culto al recto. Anal, anal ....como ese nombre. Ese nombre que tanto le gustaba y que había visto escrito en alguna parte: Anal-ía Gadé.

Llegó a casa de Arno a la hora en que habían convenido, tal vez un poco antes. Sí, un poco antes...Apretó el timbre algo nerviosa, con sus uñas de nácar, y un señor casi anciano, con un curioso aparato en la boca, le abrió. Se lo quitó para decirle:
"-Un momento, me estoy dando la oxigenoterapia. Pase al fondo del pasillo y siéntese en la sala roja de la izquierda."

Los tacones de Donna repiquetearon en el parquet, y por la forma en que sonaban, ella se dio cuenta de que la madera era buena, todo era bueno, casi maravilloso...Entró en la sala roja de la izquierda, como le había dicho el cliente caprichoso, y se quedó mirando unos tapices que colgaban de la pared y un cuadro de esos raros, parecía un Miró..Había elegido un sofá cómodo, qué cómodo era todo, -pensó. Desde el fondo oyó una voz:
-Ya puede quitarse la ropa, prego.

Arno entró, vestido con un kimono todo negro, con unas incrustaciones como de dragones dorados y rojos. Se había puesto una peluca con moño italiano, y su aspecto era dantesco. Le notó la voz un poco ronca, tal vez enfermiza, porque se puso a hablar:

"-Lluvias doradas, coprofilia, sexo casual con animales, spanking, duchas en las salas Vips de los aeropuertos, amo-esclavo, manguera turca...lo he hecho de todo. No, ya no me importa. Pago bien. Sé que pago bien. Esto que le voy a hacer, señorita, lo descubrí hace poco...Sí, he descubierto que es lo que más me gusta. Eso, y nada más...Sin embargo...sin embargo no se crea que hay tantas agencias en Milano que entiendan la práctica. Se lo intento explicar y muchos me cuelgan, mire, mire que aunque me cuesta hablar..."

-"Entiendo" -dijo Donna. Ella se dió cuenta de que él necesitaba hablar, de que era uno de esos hombres solos con los que había tenido que lidiar desde que tenía veintitrés años. No....y ya no los tenía. Se sentía como una muñeca rota, por eso. Porque ya era un poco mayor y estaba algo estropeada. Por eso, sólo por eso, le habían mandado en la agencia a hacer "la práctica". Le siguió dejando hablar:

"-Siempre me han encantado los fenómenos de enfermedad y sanación. La sangre, las heridas y la curación. Mis hijos no lo saben, no lo entenderían, y mi mujer murió hace diez años en un accidente (los rumores dicen que fue la empresa, tal vez sabía demasiado, y quería separarse). Yo ya....¿Sabe? Tengo un cáncer reproduciéndose, dentro de mí. Siento como un mosquito pequeño que me pica cada día, no me importa. Ya no me importa nada...
Mis acciones suben como la espuma, tengo más dinero del que podría gastar, pero me voy a morir, señorita, me voy a morir pronto ¿Lo sabe, verdad?"

-"No, no lo sabía, ya será menos" -dijo Donna: "-En la agencia no me dijeron nada, sólo la práctica, y su edad...

-Pues bien, dijo Arno, empecemos cuánto antes. Me cuesta hacerles comprender, en las agencias, que me gusta la sangre, pero no mucha. Es un leve mordisco en el culo, con mis colmillos postizos, y ya. No notará nada. Es difícil hacerlo comprender. No siempre consigo hacérselo comprender. Creo que es una venganza contra la vida, que tengo, pero siento que con ello no hago daño a nadie, tal vez un poco a mí, en todo caso ¿Lo entiende, verdad? -preguntó:

-Por supuesto -dijo Donna con mucha seguridad:

-Pues acerque las nalgas, señorita...Me gusta olerlas siempre un poco, para inspirarme. Ya les he dicho que no me gusta la colonia Fahrenheit. Creo que todo Milano sabe que odio esa colonia...y mucho menos en unos muslitos....Acérquese."

Donna se acercó y Arno le olió las ingles. En voz baja Donna maldijo su profesión y en la buena hora en la que se había metido en ella. Pero qué podría ya hacer con esa edad, ó eso ó cuidar ancianos, poco más. Y eso aún le daba dinero. Tenía sus caprichos...

Un pequeño chorro de sangre cayó sobre la madera y Arno, con la boca un poco manchada de color rojo, pareció decir "ya". Donna gritó, pero se dejó hacer, ya sabía a lo que iba y se exponía. Comenzó a llorar, pero sabía, le habían dicho que también habría una segunda parte. Era una práctica rara, pero consentida, pocas personas debían hacerla en Milano. No sabía...

Con la mano en la nalga, Arno la llevó al baño. Le habló:

"-Pose el glúteo sobre el lavabo. No le dolerá nada. Lo que más me gusta es ésta parte. La parte de la curación. Yo soy culpable de esa dentellada, me hago cargo, luego yo y sólo yo la curaré....Primero un poquito de povidona yodada...Mire cómo se la echo...¡Qué gusto! ¿Verdad señorita
? Uhmmm....ese color marroncito...
Hoy ha sido buena, una chica buena....qué bien se ha portado, pequeña mujercita...Ahora la gasa. Adoro el momento de la gasa adhesiva C
osmopor...¡Uhhmmm!! Normalmente....Normalmente sólo necesitan una, pero si quiere le pongo otra...¡Hombre precavido vale por dos!..."

"No, gracias, no hace falta."-dijo Donna: "-Con una creo que basta, sólo ha sido un mordisco pequeño...Por cierto...¿Le habrán dicho que soy portadora del Vih en la agencia, verdad?"
-Porsupuesto -dijo Arno: "-Porsupuesto...pero a éstas alturas que más me da. Vhi, que Bh, que Zx, que Bh YZ Px, C3PO...¡Será un dulce regalo para el enterrador cuando me embalsame, en todo caso, si me toca mucho! -dijo con un conato de carcajada, y casi se ahogó...

"-Ya me hago cargo, -dijo Donna: "-Ya ve que vivirá más de lo que se cree, hoy en día..."

"-Hoy en día nada...-interrumpió Arno: "-No me cree falsas ilusiones...que no sabe nada. Lo suyo es la prostitución -dijo en tono autoritario: "-¡Coja ese fajo de billetes que hay en la repisa y váyase cuanto antes! ..Lo suyo es la prostitución. Pero yo me dedico a las empresas farmaceúticas y estoy harto de pagar médicos y de comprarlos". Se puso algo antipático y le dijo:
"-Ande ¡Váyase!...."

Se volvió a poner los tacones, volvió a recorrer el pasillo y pensó "qué gusto de pasillo y de parquet, si yo tuviera uno así..." Mientras andaba, le dió por llorar, siempre lo hacía, a escondidas, un poco, cuando terminaba con los clientes. "Seré tonta" -pensó.
Notó el aliento del viejo que la seguía, a cierta distancia, notó su olor a enfermo y a muerte...el olor a muerte...¡Cómo lo conocía, sobre todo de las épocas en las que le tocaba la noche! Supo abrir la puerta sola, aunque era una puerta complicada de abrir. Arno le despidió, con un:
"-Creo que me voy a poner un poco más de oxígeno. Bastante que haya estado de pié tanto tiempo, la enfermera volverá dentro de diez minutos, está medio sobornada paseando, dando diez vueltas a la manzana, como todos...No se preocupe..."

-"Bueno" -dijo Donna, abriendo la puerta: "Ci vediamo....". De pronto, le dió miedo, porque por primera vez se dió cuenta de la cara del monstruo, apoderado por la tristeza...Parecía una persona realmente enferma...Se dió cuenta de que ni siquiera era algo agradable de ver, pero mejor que saliera por piernas, no se le fuera a morir allí mismo...
El, renqueando, intentó hablar. Casi no podía, pero lo hizo:

"-Por cierto ¿Cómo se llama? No le he preguntado cómo se llama..."-le inquirió Arno.

-"Otoño, mi nombre de guerra es Otoño" -dijo Donna cerrando la puerta precipitadamente. Bajó en el ascensor y se echó a andar a la calle, rápido, muy rápido. Notó que se ahogaba, la herida le picaba un poco, y le costaba respirar. Se paró, se apoyó en una señal de tráfico y comenzó a respirar hondo. Se dijo: "-Vaya, un ataque de ansiedad precisamente ahora". Por suerte, llevaba ansiolíticos en el bolso, a veces los necesitaba, después de trabajar, de las citas. Sacó la tableta, partió uno con los dedos y se tomó medio. Dejó que se deshiciera en la boca y se notó mejor. Se quedó mirando el perfil de las chimeneas de la ciudad, que anochecía, en el Corso Magenta. A lo lejos vió el luminoso con una cruz encendida de una farmacia, se acercó y entró.