AUTÉNTICO GÉNERO NEGRO IBÉRICO


La escena inicial nos muestra a un niño pequeño con gafitas, junto a su padre, payaso (Santiago Segura): Están en un circo, en el que, repentinamente, irrumpe una brigada republicana al mando de un capitán (Guillén-Cuervo): El capitán arma a todos los artistas frikis, y les insta a luchar, es la guerra civil. A partir de ahí se suceden los tan celebrados y comentados títulos de crédito: una fantasía con fondo de saeta trágica, en la que se entrecruzan fastuosas fotos de Lola Flores, Massiel... ya desde entonces el espectador se queda atrapado, pegado a su butaca, sabiendo que va a ver algo (en palabras de uno de los actores y del propio director):"que si no va a hacerle reir, le va a acojonar", le va a dejar pegado al asiento.

Nos encontramos ante un género híbrido de película que contiene una mezcla explosiva de todos, pero que no se parece a ninguno, una sucesión fantástico-hilarante de escenas oníricas, excesivas tal vez, pero magistralmente filmadas, que actúa como una bomba de efectos retardados: En el que aparecen sutilmente limadas las rayaduras mentales que supusieron "Muertos de Risa"y "800 Balas", aunque no del todo, y que se cruza de frente con el poderosísimo Género Negro Ibérico que destilaban "El día de la Bestia" y "La Comunidad".

De ahí surge una fábula que transcurre entre el fresco histórico costumbrista y la ficción (recargada de efectos, sorpresas, detalles apócrifos e imaginación), en las postrimerías del franquismo, que bebe tal vez del más clásico Brian de Palma ("El Fantasma del Paraíso" parece una referencia), porsupuesto de Tarantino, de Fellini, de "Underground" de Emir Kusturica.

"Balada Triste", se llama, y no es mal título, aunque debería haberse llamado: "Balada Negra", porque la pesadilla-elucubración en que consiste, es más negra que el carbón: Una comedia negra y esperpéntica de terror, en la que el propio Franco aparece como un personaje más, con toda su cohorte, satirizada y caricaturizada al extremo (los abrigos loden, esas ray-ban de cristales verdes que llevaban) : Parecen todos sacados de una "Alicia en el País de las Maravillas" franquista, encabezados por ese capitán general que borda Sancho Gracia. Ese capitán tuerto al que sólo le falta un garfio, y que habita en un fantasmal despacho con osos disecados, teléfonos de manillar, cruces gamadas, rosarios y retablos de vírgenes.

La tétrica y correosa comunidad de vecinos que atormentaba a Carmen Maura, es aquí un plantel de enloquecidos personajes frikis de circo, que se mezcla con otros frikis franquistas: cualquiera de ellos por separado puede protagonizar una película, y cualquiera da miedo, terror, produce escalofríos: Desde el hombre-bala, sonado y loco de atar, pasando por el ya citado Sancho Gracia, hasta el domador de elefantes Tallafé (una elefanta), que cuenta a todos que su elefanta es muy celosa y no puede ver a ninguna mujer cerca: El propio domador es viudo, ya cuenta que la elefanta sintió celos de su mujer, por lo que se sentó sobre ella y la aplastó viva (este es el tono de humor de la película, aunque de vez en cuando tiene otros puntos sutiles, insólitos, como el pijama que se señala y lleva bajo el traje de vestir uno de los primeros testigos del atentado de Carrero Blanco: No se sabe si la anécdota fue real o inventada, pero en todo caso es esperpéntica: un hombre señalándose un trozo de pantalón de pijama ante un escenario completamente volado por la dinamita.)

Fábula ibérica con el trasfondo de un franquismo ensoñado (aún más terrorífico y apócrifo si cabe, al contener detalles imaginarios, personales), en la que un payaso triste y un payaso tonto se pegan por el amor de una trapecista: El legendario Manuel Tejada, lo mismo como empresario circense, que encarnando a un reconvertido jefe de sala de fiestas (-Un tumultuoso y violento Florida Park Delaiglesiano-), soltando mala leche a borbotones, las mismas toneladas de mala leche que suelta el mítico Luis Varela como marido de una Terele Pávez cabreada, indignada, intransigente, echando sapos de bilis por la boca.

Carlos Areces haciendo de payaso triste, borda el personaje. Tiene escenas complejas, como cuando escapa completamente desnudo y se refugia en el bosque. Memorable, cuando ya vestido de Payaso-Via Crucis huye enloquecido y paranoico por Madrid: gloriosa entrada la que hace en el Cine Luchana, quedándose de pie ante una peli de Raphael, mientras tapa la proyección al público que se queja, y creyéndose que Raphael y su padre, el payaso muerto, le hablan desde la pantalla del cine.
Está inmenso Antonio de la Torre como Payaso Tonto, y la casi debutante Carolina Bang, en un dificilísimo papel dual, de trapecista y starlette, fluctuante, insegura de su amor. Gracia Olayo y todos los secundarios están perfectos.

Soberbia, extrañamente impactante ida de olla de Alex de la Iglesia, que contiene una magmática metralla de poesía visual concentrada, con un final de los que se ven mejor en una sala grande de cine: Un Valle de los Caídos puro Noir, con aires de Hitchcock, que se impone como un perfecto escenario de pesadilla y terror, para una crónica que le sale muy personal al director, casi rozando la pureza del negro: casi rozando su oscuridad, su acojonante manto terrorífico, del que se escapa una helada carcajada.