NO MIRES ATRAS

Está todavía en cartelera, y es probablemente una de las mejores películas que se pueden ver, fuera de las grandes americanadas, y va a pasar como un suspiro, si nadie lo remedia: Una pequeña joya minimalista policíaca: "No Mires Atrás", traducción de "La Ragazza del Lago", estrenada con ese nombre en castellano, porque así se titula la novela en la que está basada.

Rodada en 2007, fue la gran triunfadora de los David de Donatello de dos mil ocho (los Oscar ó los Goya italianos): acaparó nada menos que diez premios: mejor interpretación masculina, película, fotografía, música, dirección... Es la ópera prima de Andrea Molaioli, hasta entonces eterno ayudante de dirección de Nanni Moretti ("Caro diario", "Habemus Papam").

Basada en la novela con el mismo título ("No mires atrás"), de la gran dama por excelencia de la novela negra noruega Karin Fossum; Molaioli la adapta fielmente y la sitúa en un pequeño pueblo montañoso con un lago junto a Udine y los Dolomitas, la fría Italia montañosa del Noreste que linda con Austria.

En el lago cercano a un pequeño pueblo, la leyenda dice que se esconde una serpiente, que hace encantamientos que dejan dormidos para siempre a quienes la miran a los ojos. Justo a la orilla de las aguas, aparece el cuerpo desnudo, cianótico, de Anna Nadal, una bellísima joven, deportista y ejemplar muchacha, querida por todos los aldeanos. Pronto se descubre que ha muerto ahogada, asesinada, pero lo más curioso del asunto, para el comisario que se encarga de las pesquisas, es que se trata de un homicidio extraño y complejo, en el que el asesino parece querer a la víctima, ó ella en cierta forma desear morir en sus manos, porque apenas el cuerpo presenta señales de violencia: un crímen inusual, un tenebroso asunto.

De la investigación se encarga el comisario Sanzio, un impresionante y comedido Toni Servillo (el gran actor italiano del momento, "Il Divo", "Gomorra"). A la vez que investiga complejas relaciones familiares en el pequeño paraje, Sanzio se enfrenta a las suyas propias: la tirante relación con su hija, con la que vive, desestabilizada por la enfermedad neurodegenerativa de su propia esposa, internada en una elegante "casa di riposo", que poco a poco les va dejando de reconocer a ambos.

No hay tiros, violencia, forcejeos, gritos ni sobreactuaciones de comedia "brava alla italiana", sólo calmas tensas en una región moderadamente próspera del Norte del país, casi austríaca, apacible, fría, brumosa, de imponentes paisajes verdes, luminosos y lánguidos, fotografiados increíblemente "a lo Brokeback" por Ramiro Civita, paisajes que se convierten en un personaje más, y que parecen contener todas las claves indescifrables, de la pequeña y próspera aldea en la que todos se conocen, y todos resultan sospechosos del asesinato:

¿Quién es el asesino de Anna?: ¿Su padre, que le grababa vídeos en bañador en la playa obsesivamente, casi como un pederasta? ¿Mario, el granjero cariñoso, algo retrasado, que descubre el cuerpo sin vida de la joven, y cubre su desnudez con una rebeca? ¿El padre de Mario, (un huraño Omero Antonutti en silla de ruedas, seguido a todas partes por su perro fiero)? ¿Quién es el asesino de Anna, una especie de Laura Palmer italiana? ¿Y qué gran secreto encierra en su breve y efímero pasado una adolescente? ¿Es el asesino el donjuán de su entrenador de hockey sobre patines, deporte que practicaba la víctima?, ¿El padre ó la madre (bellísima Valeria Golino) del niño al que cuidaba la asesinada como "canguro" en sus ratos libres? ¿La mató su apuesto novio, un ágil y fornido operario de fábrica, que no desveló a la policía que la asesinada escribía un diario en su ordenador, protegido por claves? ¿Quién protegía, quién odiaba a Anna, la bella joven muerta a la que todos parecían adorar? ¿Qué secreto esconde cada habitante del pueblo, en el que presumiblemente todo el mundo conoce perfectamente las vidas de los demás?

Minimalista obra de suspense, delicada, notable, cuidada en todos sus detalles, breve (apenas una hora y media que nos deja casi sin aliento), con actores soberbiamente dirigidos, atormentados entre el bien y el mal por sus pequeñas vidas encerradas, casi vigiladas y vigilantes, con una envolvente fotografía y música de Teho Teardo, un enigma al que el comisario Sanzio se enfrenta, el dilema de descubrir el pasado de una muchacha que le trae de cabeza, y que sólo queda desvelado al final. Como en los grandes policíacos, el filme va in crescendo, con el mismo tono y estilo del mejor cine de Chabrol, parece una película del recientemente desaparecido maestro del "Noir" francés: Sanzio logra leer el diario secreto de la muchacha asesinada, parece casi verla, palparla, a la vuelta de cada esquina, logra descifrar las claves del disco duro de su ordenador y las copias en cedés en los que guarda celosamente unas páginas escritas, con los enigmas que pueden aclarar su inexplicable muerte. Y Sanzio, el atribulado, sigiloso, el extraordinario comisario magistralmente interpretado por Servillo, no sólo logra desvelar un secreto, sino dos: Quién es el asesino, y el más sorpresivo de todos: Porqué la víctima sabía que iba a morir.