PENINSULA


El va de Madrid a Península: Península es su mundo, es Barcelona, pero es otra época, no le malinterpreten, parlem d'una altra cosa: Mig barceloní  i mig "home liberal sol": Esto sucede "dentro de su mundo", cuando huye de un Madrid que vive íntimamente, familiarmente, casi como una pequeña Africa interior, con unos amigos pequeño-burgueses insoportables, pedantes, con los que no acaba de congeniar, y se empieza a llevar mejor con algunos grupos de gente barcelonesa: Descubre su sexualidad con un guanche gigantesco cerca de las Ramblas...
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Ahora va dentro de un taxi por la calle Balmes: Todo ó parte pudo haber ocurrido (hubo una época) antes en Barcelona que en Madrid, situaciones diversas, convergentes, de ida y vuelta: Coincidir con Jordi en Madrid, con Cristina Peri-Rossi en el Puente aéreo...: Toca hablar de esa doble identidad castellano-catalana, catalano-castellana, que le permite ir hablando en catalán al taxista recorriendo Balmes, junto con el Redactor-Jefe: Ellos hablan en catalán al taxista castellano-parlante para putearle, las cosas claras. Pero el Redactor-Jefe de la primera revista gay, del primer proyecto editorial gay (-antes que los de Madrid-), habla en castellano a ratos al protagonista (emulando a los Milá y a los altos burgueses con dos torres, en ciertos círculos): Van a vivir un romance, que acaba accidentalmente en una enorme casa prestada del Eixample (sin dar dirección) de un importante personaje de la Transición, que a su vez se halla de viaje en Madrid: Para ser más exáctos acaban en el suelo sobre una manta dispuesta sobre un mosaico noucentista...: Hubo épocas en las que los huesos permitían hacer el amor en el suelo estilo Romy Schneider...

En el taxi el protagonista y el Redactor-Jefe ríen, ante la ocurrencia del segundo, que dice:
-"Pero si Pujol i Aznar son la mateixa cosa! ¡Mismo perro, mismo collar! ¡Dretes, dretes!"
La broma política (-políticamente incorrecta-) es divertida, pero la siguiente lo es aún más, pues se le saltan las lágrimas de la risa hasta al propio taxista (-que en teoría es un falso castellano-parlante que les entiende todo y se está choteando de dos maricones-): El taxi está a punto de parar y frenar en seco cantonada Aragó ó Casanova, pues los tres ocupantes del automóvil sufren un peligrosísimo ataque de risa ante la frase del Redactor-Jefe:
"-Sí..., vaig parlar al Boris solsament en catalá: I em mirava, com em mirava!" "Muerta se quedó, se quedó muerta..Le hablé sólo en catalán a Boris..."

El Redactor-Jefe, habla en catalán con el taxista y en castellano/catalán con el protagonista para marcar diferencias taxímetro/cliente... Es la época de Martin's, Metro, "Acido-Oxido": Pero son épocas que van y vienen, como las del "Dietrich", como las del incombustible "New Chaps": Barcelona siempre le espera como a Sara Montiel para brindarle una segunda oportunidad: Todo ése éxito que le niega el caprichoso Madrid, esos romances con altos cargos culturales de la Generalitat, que le susurran al oído:
"-M'agrades, perque ets, tan...tan castellá...."

El protagonista de la historia, volviendo a la Calle de Balmes, a la vez que se hace amigo del Redactor-Jefe, se hospeda en casa de un amigo de orígen andaluz, que es profesor de Universidad de filología griega: No creyendo que fueran más que unos coqueteos de fín de semana del profesor con "unas pastillas de la felicidad" tomadas sólo con agua, comprueba que los coqueteos son más y más arriesgados cada vez con el roce de la convivencia, lo que lleva al protagonista a abandonar con educación la casa, pretextando una gripe, y por dos días, festejando un aniversario e invitado parcialmente, a hospedarse en un Hotel al lado del Palau de la Generalitat: Para compensar el descubrimiento durante la convivencia en casa del profesor, de lo molesto de sus "flash-backs- de rebote", es decir, sus regresiones y cambios repentinos de carácter por las pastillas de la felicidad.

  Unas horas antes de conocer al Redactor-Jefe, el profesor de griego invita al protagonista a cenar en casa de uno de sus mejores amigos, un médico seductor trepa, que ha logrado un alto comisionado sanitario del gobierno catalán, del cual corre y se escucha una leyenda sobre la catalanización de su apellido, antes riojano, para lograr ascender: La cena es maravillosa: Fondue, blinis, Marc de Cava, con la idea del comisionado sanitario de ser recibido futuramente en Madrid, ésas aspiraciones antiguas...: Hablan de personas influyentes, son conversaciones enormemente interesantes, pero sobre todo, el médico no deja de hablar de la traumática y reciente ruptura con su ex-amor, narrado como un personaje misterioso, lleno de encanto, culto, seductor, áun más apuesto que el propio médico, un atractivo rubio oscuro, con tres apellidos catalanes-catalanes seguidos...

Después de la cena, y mientras el profesor y el médico se fuman un cigarro, dado que están cansados y deciden recogerse, aún siendo fín de semana, el protagonista les pide permiso, educadamente, para poder darse una vuelta ya que está de visita, y así poder disfrutar de ese efecto tan gáyer del "Nuevo en La Ciudad".

Al salir y dar una vuelta, el protagonista liga bajo el mencionado efecto, mejor dicho, es ligado por una persona agradable: Dos días después, la algo precipitada marcha de casa del profesor de griego, debido a sus cambios bruscos de carácter (-involuntarios, enfermizos-), encubre además un problema diplomático de gran envergadura: El seductor casual y por azar en el local de noche, es nada menos que el amado ex que acaba de abandonar traumáticamente al médico y mejor amigo del profesor de griego, con el que el protagonista acaba de terminar de cenar: Ocurre todo seguido por azar. Es el típico lío diplomático gáyer casi para exponerlo en la O.N.U.

Los Hoteles son imperfectos, caros, imposibles para alojarse más de dos días, pero ejercen un potente y balsámico influjo diplomático, como "territorios de nadie", cuando se desatan conflictos de pasiones irrefrenables: Es un "Hotel Catalonia", al protagonista le encantan, tiene un amigo que a veces le consigue unos bonos: El momento cumbre de ésta historia en "Península", ocurre en la Recepción. El protagonista lo pasa mal, recuerda vagamente una historia parecida, pero más leve que le contó tiempo atrás La Etxebarría hablando y paseando juntos en la Plaza de las Salesas. Pero ésta historia es peor: El protagonista baja a Recepción porque el Redactor-Jefe le va a buscar para dar una vuelta, enseñarle sitios de diseño nuevos, y ofrecerle una habitación en la enorme casa prestada del Eixample en la que vive. Justo en el momento en el que el Redactor-Jefe da un beso cortés y abraza al protagonista, entran a la vez en la Recepción el profesor de griego, para convencer al protagonista de que vuelva a su casa, y pedirle perdón por sus cambios de humor, acompañado por el propio médico alto comisionado, que se encuentra inesperadamente, por azar, a su último invitado a cenar en su casa prácticamente liado con su Ex: Ambos se miran, todos se remiran, miran al protagonista,  se empiezan a preguntar de qué se conocen unos a otros, el profesor de griego se enerva, y sufre un conato de desvanecimiento junto a un sillón modelo Persia de la Recepción, y lo peor de todo, es que se descubre que el propio recepcionista del Hotel, que parecía un objeto contemplativo,(-ante el grito: "-¡Pere, no salgas!"-), sale de detrás de su barra de recepción azorado, confiesa públicamente su condición de Ex también del Redactor-Jefe, y siendo el más alterado de todos, empieza a gritar que todavía le ama...

El tiempo va borrando a Jordi..., pero le recuerda.

Hoy volvió de Península: Península es ya un pueblo con una iglesia: No sabe si Madrid es como Barcelona, si Barcelona es como Madrid, cual es mejor ni peor: Ve Barcelona desde una ventanilla, pero tiene miedo de bajar, porque su cuerpo ya no soporta más la ciudad. Su cuerpo recuerda instintivamente, biológicamente la naturaleza, su esqueleto que empieza a nadar y sumergirse en el Mar Meditérraneo y se desentumece y flota, y flota, se relaja, vuela, desconecta: Balmins que alguna vez fue un remanso maravilloso, sobre todo cuando la descubrimos, aparece inundada de rusos, que son inmensamente, salvajemente nacionalistas, y que no hablan ningún otro idioma más que el ruso y pretenden imponerlo, algunos de forma algo ruda.

Ensimismados en sus noticias-tipo, ningún diario local ó general informa del paradójico hecho de que ochocientos mil rusos (probablemente un millón el año próximo), llegados de Kiev y Moscú sobre todo, han salvado el turismo español ante la falta de afluencia de turistas nacionales por la crisis: Debido a las "primaveras árabes", los rusos han huído de Túnez y Egipto (sus destinos anteriores), y han llegado en masa a la Costa Levantina, Mallorca y Cataluña: No es éste  sólo el hecho clave ni paradójico: Hay otro aún más desconocido: Son clases medias-altas que no se sabe claramente de dónde han surgido, y están dolarizadas: Como el cambio al Euro les favorece enormemente, pues cada vez por menos dólares reciben más euros, resulta que prácticamente triplican el poder adquisitivo de los turistas alemanes.

Sí, hay un hombre ruso extasiado con el protagonista: Península todavía puede deparar sorpresas: Sólo habla ruso y empieza a ligar dentro del agua, mediante gestos y empleando el truco de "la ola me lleva a tí" (Re-versión "Nos lleva la Marea" en Regaettón): Es fornido, bien plantado, va desnudo, y es extraño, porque le acompañan cuatro amigos más todos cubiertos con bañador negro. También son extraños otros dos rusos detrás, aparte, más jovenes, hermosísimos, que dándose la vuelta en giros de ciento ochenta grados, llevan inexplicablemente cuatro horas tomando el sol, de una forma desconocida para el protagonista de la historia: Completamente de pie.

Hay un peligro que acecha las playas: Se llama Rhizostoma Pulmo, es una medusa con forma de huevo frito de bordes violáceos, que es ligeramente urticante y que saca como si fueran tiburones a todos  los bañistas de la playa: Probablemente esas medusas, inconscientemente, aunque no tengan consciencia, han llegado ahí para limpiar los restos de una remota catástrofe, ó son la penúltima plaga de la decadencia...

Un buen día darán igual las medusas, los hombres rusos, los juegos de balón, el fulgor de las tormentas y las gotas frías: Hoy, mañana, siempre, tendrá su corazón compartido con algunas de las personas que le enseñaron a amar:  Qué importará de dónde sean. Él buscará sus cuerpos en la arena, aunque estén maltrechos, estropeados, disimulados: Él volverá siempre a Península, el territorio inmaterial al que pertenece su corazón, condenado a amar a quién le ha amado.